Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom
Korea del Sur (2003)
Director: Kim Ki Duk
Hace tiempo tendría que haber visto esta peli. Pero como muchas cosas se van postergando y el tiempo pasa hasta que el azar o los extraños hilos del destino, te vuelven a enfrentar al tiempo perdido y uno vuelve a decidir en la encrucijada eterna de las oportunidades: ¿la tomo o la dejo para después?
Esta vez la tomé, y me traje del Cine Club esta peli mágica de Kim Ki Duk.
Es una historia sencilla de un monje y su pequeño dicípulo, en una paradisíaca PAZ, en una pequeña choza que flota en el medio de un lago en medio de un profundo valle entre las montañas, tan cerca de las nubes y tan lejos de la civilización.
Los años pasan y el director/autor decide contarlo a traves de la suceción cíclica de las estaciones, una alegoría muy bella, una forma muy sutil de contar el tiempo como un circulo sin principio ni fin, y no como una linea recta que aniquila a cada segundo, pequeñisimos y riquisimos instantes que jamás volverán.
Una fotografía poética, una banda sonora mínima, que te permiten apreciar los sonidos del ambiente, del lago y el pequeño bosque. Les juro que por momentos incluso me imaginaba el aroma de esos escenarios.
El ritmo es muy distinto al que los circuitos comerciales nos tiene acostumbrados, pero lejos de resultar denso o monótono, lo sentí maravilloso.
Korea del Sur (2003)
Director: Kim Ki Duk
Hace tiempo tendría que haber visto esta peli. Pero como muchas cosas se van postergando y el tiempo pasa hasta que el azar o los extraños hilos del destino, te vuelven a enfrentar al tiempo perdido y uno vuelve a decidir en la encrucijada eterna de las oportunidades: ¿la tomo o la dejo para después?
Esta vez la tomé, y me traje del Cine Club esta peli mágica de Kim Ki Duk.
Es una historia sencilla de un monje y su pequeño dicípulo, en una paradisíaca PAZ, en una pequeña choza que flota en el medio de un lago en medio de un profundo valle entre las montañas, tan cerca de las nubes y tan lejos de la civilización.
Los años pasan y el director/autor decide contarlo a traves de la suceción cíclica de las estaciones, una alegoría muy bella, una forma muy sutil de contar el tiempo como un circulo sin principio ni fin, y no como una linea recta que aniquila a cada segundo, pequeñisimos y riquisimos instantes que jamás volverán.
Una fotografía poética, una banda sonora mínima, que te permiten apreciar los sonidos del ambiente, del lago y el pequeño bosque. Les juro que por momentos incluso me imaginaba el aroma de esos escenarios.
El ritmo es muy distinto al que los circuitos comerciales nos tiene acostumbrados, pero lejos de resultar denso o monótono, lo sentí maravilloso.
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